¿Quiénes morirán por violencia esta semana en México? El contador se lo pregunta. El deseo íntimo del contador es que su cuenta se quede en cero. Intuye el contador que no será así. En la víspera de emprender su triste tarea, el contador tiene un pensamiento para esos que ahora recorren el mundo y dentro de una semana caerán en las trampas de una configuración social violenta y quedarán atrapados entre los hilos de encono, negocio y azar que rigen el subnegocio de la violencia. ¿Quiénes son? ¿Dónde están, qué hacen a esta hora, dónde comen, dónde viven, dónde duermen los que morirán la semana que entra? Todos tienen algo en común: como usted y como yo, ellos también esperan no formar parte de esa lista. Hacen planes, confían en su suerte, esperan. En eso, traficantes y militares, políticos y capos, escritores y lectores, en eso todos somos iguales.
Algunas reglas que el contador se impone antes de iniciar su trabajo. Regla uno: contar los decesos por violencia en México, no sólo numérica sino también narrativamente. Regla dos: contar seres humanos. Partir de los datos factuales (número, fecha, lugar, hora, nombres de las víctimas, causas del deceso) para retratar seres humanos (fotos, gustos, atisbos de su vida). Regla tres: no imponer ningún cartabón moral, no tomar partido, no hacer distinciones morales o políticas entre los bandos. Concentrarse en eso que comparten víctima y victimarios, desde el criminal de guerra hasta al transeúnte que pasaba por ahí: el fondo humano.
Luego entonces, el contador creará tres etiquetas para sus notas: decesos (datos factuales, números, información), retratos (acercamiento humano a las víctimas) y comentario. En ésta última sección el contador se permitirá hacer algunas digresiones acerca de su triste e ingrata tarea. La digresión es pausa, descanso, respiración. ¿A qué hora respira la violencia?
Empiece usted pues, señor contador, a combatir la violencia con su calculadora, su pluma y sus deseos. Cada quien sus armas. No importa que lo tachen de utopista: por algo se empieza. ¿Habremos ya empezado a terminar con la violencia?
Jorge Harmodio
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